Irena Sendler ponía niños escondidos en el fondo de su caja de herramientas y los llevaba en un saco de arpillera en la parte de atrás de su camioneta, para niños más grandes. Asimismo, transportaba en la parte de atrás un perro al que capacitó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y entraba del Ghetto.