Adicción a la adrenalina

Adiccion a la adrenalina
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Las glándulas suprarrenales son las responsables de secretar la adrenalina cuando existe una situación de riesgo provocando reacciones automáticas, más rápidas de lo que ordinariamente estamos acostumbrados y, en ocasiones, dando lugar a verdaderos “superpoderes” en momentos de emergencia.

Hablamos de un recurso farmacológico interno donde se manifiesta la existencia de procesos químicos y biológicos. Una línea consecutiva de acciones se desenvuelve por propia naturaleza formando cadenas ejecutables que parten de una señal archivada, un percutor de tipo estímulo–respuesta que pone en funcionamiento la síntesis de sustancias neurotransmisoras u hormonales y su distribución por el torrente saguíneo y otras formas de vehiculización orgánica.

De esta manera llegamos al concepto de drogas endógenas, elaboradas y distribuidas en el cuerpo y desde el cuerpo para el mismo destino, aunque, de manera más sensible ahora, algunas de estas sustancias comprometen la psiquis del sujeto modificando su personalidad, su conducta y capacidades físicas.

La adrenalina, aislada por vez primera en el año 1898 por Abel y cristalizada gracias a los aportes del investigador nipón Jokichi Takamine, cumple funciones de control en las principales grasas del cuerpo humano, los triglicéridos y los azúcares. Sin embargo, su rol más importante tiene que ver con la supervivencia ya que suministra cierta disposición de respuesta ante el peligro inminente.

Si bien la adrenalina puede salvarnos la vida como un elemento de alarma, potenciador de fuerza o resistencia, también es responsable de nuestros actos irreflexivos, impulsos incontrolables que desde la “frialdad” de un análisis posterior se observan como estados alienados del individuo.

Los poderes de la adrenalina

La acción de la adrenalina o epinefrina sobre el sistema central nervioso (SNC) pone “en pie de guerra” a todo el organismo. Presente en las situaciones más difíciles la suelen “fingir” los actores de la pantalla haciendo que el espectador también la segregue.

Un ejemplo fílmico que utiliza esta trama argumental es “Crank”, veneno en la sangre, donde el protagonista debe mantener alto los niveles de adrenalina en el cuerpo si no quiere morir. Esto porque efectivamente la adrenalina transforma al cuerpo potenciándolo y manteniéndolo en el estado máximo de vigilia.

La exigencia de oxígeno y nutrientes deberá satisfacerse desde el torrente sanguíneo. Esto conlleva a un incremento del ritmo cardíaco. Se entiende, además, que la respiración se hará más agitada y profunda con el fin de aportar mayores volúmenes de airea los pulmones.

La acción de la adrenalina produce dilatación de pupilas cuestión necesaria para ver mejor en la oscuridad. Un recurso defensivo de algunos mamíferos de hábitos diurnos pero que también perciben formas en la noche aprovechando el mínimo de luz estelar o lunar en momentos de peligro.

La presión del flujo sanguíneo crece. Se auxilia con sangre a los órganos más importantes, que pueden necesitarse potenciados debido a una amenaza, y que ensanchan sus vasos sanguíneos. Por eso la persona palidece, en trances donde se ha liberado adrenalina por su propio cuerpo ya que la sangre se va a sitios estratégicos del organismo.

Otro efecto de esta hormona tan “aventurera” es que detiene los procesos digestivos suspendiéndolos hasta “nuevo aviso”, es decir, para un momento más apropiado.

Con adrenalina circulando por la sangre, el organismo obtendrá las llaves de acceso a las reservas de glucógeno, el combustible del sistema muscular que le brinda energía convertible en movimiento.

No sería erróneo emparentar esta droga natural e interna, aunque potente y compleja, con otros estimulantes exógenos, sintetizados fuera del cuerpo humano, en laboratorios o en individuos de otra especie, sean vegetales o animales.

Las dosis de adrenalina tienen presencia prehistórica y vigencia actual en los comportamientos humanos. Ha ayudado a escapar de un tiranosauro rex en el jurásico hasta escabullirse en una emboscada en la guerra de guerrillas del siglo XX. La adrenalina funciona hoy en los ámbitos del juego, cine terrorífico, la pasión de los videojuegos, la velocidad máxima, los deportes extremos y del vértigo de los parques de diversiones.

Dosificación y excesos

Las drogas se caracterizan por ser capaces de producir un cambio en quien se la administra. Cuando las glándulas suprarrenales liberan la hormona la adrenalina recorre la hemoglobínica “hidrografía” del cuerpo humano.

Así es que estos cambios realicen operaciones de emergencia dentro del individuo tomando el control del autocontrol, valga la redundancia, o, por el contrario, inhibiendo el control de la razón y dejando a los instintos, libre acción, interpretación e intervención en el mundo.

Cuando una sustancia de acción rápida y fuerte toma contacto con el cuerpo presenta resistencia al mismo por tratarse de drogas o niveles de presencia de la misma nunca antes registrados y por lo tanto hablaríamos de experiencias nuevas.

Pero luego de repetir un estímulo varias veces aparece el fenómeno denominado “tolerancia” y que significa un acostumbramiento, o sea, que la misma dosis produce un efecto menor. La adicción, por su parte, trata del sentido de "necesidad" físico o psicológico, que experimenta el cuerpo frente a una sustancia dada. Esto parece ocurrir también con la adrenalina, una de las drogas endógenas (que se producen dentro del organismo) preferidas de la medicina para “revivir muertos”. Hay personas que parecen sentir una verdadera necesidad de ella.

Son los eternos buscadores del peligro, los que cada vez se enfrascan en experiencias más riesgosas...

En las cercanías del abuso del placer y en complicidad con la ignorancia en todo lo que circunda al tema; de la mano de la tolerancia tóxica y el acostumbramiento a la droga, se pueden adquirir hábitos adictivos como subir a las montañas rusas del todo el mundo buscando la “euforia incomparable” del vértigo absoluto de la velocidad, las fuerzas G y las grandes dosis de adrenalina.

Dosis elevadas de adrenalina afectan al corazón y a todo el sistema cardiovascular por causa del esfuerzo indebido y repetido de “bombear” sangre, imperativo asociado al estímulo hormonal mencionado. Cuando una persona desarrolla una depresión tras un golpe adrenalínico (una emoción fuerte) ya está percibiendo los síntomas de la dependencia a la sustancia.

Un “adicto al peligro”, que ha desarrollado su patología en torno a una dependencia de adrenalina, estará ansioso de encontrar situaciones que le lleven a la producción y liberación instantáneas de estas fuerzas inherentes al ser. Será entonces, el adrenalino-dependiente, habitué de los clubes nocturnos o saltará en paracaídas, tomará acciones en misiones de paz y guerra.

Una montaña de nervios

La pasión por las montañas rusas no son otra cosa si no la misma necesidad de adrenalina. Vemos que se han hecho mundialmente famosas estas estructuras especializadas en provocar pánico y que sin embargo llaman tremendamente la atención.

Las velocidades extremas, en el caso de la más grande de todas las montañas Kingda Ka, 206 km/h, más el vértigo producido por los 139 metros de altura, sumado a las fuerzas de gravedad presentes, superiores a los 8 G, operan cambios internos de tal magnitud que el protagonista puede desearlos intensamente volviendo al estrés de la experiencia y debiendo subir el riesgo para aumentar la dosis hormonal a los efectos de paliar la tolerancia del cuerpo al compuesto.

Una montaña rusa ofrece gran variedad de movimientos donde se explotan con especial interés el rizo o inversiones, la caída libre (90º) en vertical, subidas y bajadas de diferentes inclinaciones, altas velocidades. Así también los giros cobra o tirabuzones en que el plano de la vía se “retuerce”, son un atractivo imposible de explicar con palabras, por su naturaleza empírica y vivencial. Hay montañas rusas en España, Islandia, Alemania, Japón, USA, donde tienen un éxito rotundo.

También en el 2005 se inauguró otro ingenio turístico asociado a esta pasión: el Top Thill Dragter en, Ohio, algo menor, en altura que la de New Jersey, 128 metros. Mientras que septiembre del 2006 abrieron en Nagashima, la Steel Dragon 2000 y muchas más como el Tsunami en Aguas Caliente, México.

Mientras la adrenalina siga reclamando “sustos” estos ingenios humanos seguirán proliferándose por la superficie terrestre, en las grandes ciudades de los países industrializados, aunque ya están pasando a ser sustituidos por los programas de vértigo virtual los que han estado obteniendo excelentes resultado con simuladores de vuelo y desplazamiento vial en impresiones verdaderamente pavorosas.