No quiero Crecer, hijos Peter Pan y padres Wendy

El sindrome Peter Pan
flickr.com
flickr.com

El conocido síndrome de Peter Pan adquiere su máximo exponente en momentos de fin de ciclo como el actual. Se trata de niños que observan con estupor como el mundo de los adultos se desmorona, lo observan desde su visión infantil con un ambiente familiar en el que los problemas “ de los adultos” mantienen a sus padres siempre ocupados, siempre preocupados, siempre angustiados… demasiadas responsabilidades para imaginar un bucólico escenario en su vida adulta.

Por otra parte, los padres tienden, de forma más frecuente de la deseada, a conceder cada deseo a nuestros hijos, lo que deriva en una situación en la que el resultado son niños con sus necesidades excesivamente cubiertas en todos los sentidos sin tener que esforzarse por lograr nada y, por supuesto, adolescentes que no encuentran el camino hacia la adquisición de su propia personalidad.

Es absolutamente necesario permitir que los hijos estructuren su tiempo y responsabilidades, que tengan un espacio para el aburrimiento ya que, únicamente desde el aburrimiento adquiere forma la creatividad de la persona que descubre sus gustos y aficiones y va conformando su propio yo.

Si esta situación no se revierte, nos encontraremos con adultos que no encuentran nunca el momento de terminar su formación, encontrar una forma de ganarse la vida e independizarse. Su vida social se aparta de las relaciones estables y se mantienen en una adolescencia permanente en la que adicionalmente, siempre se rodea de personas de menos edad.

Inmadurez emocional e incapaz de afrontar responsabilidades son las claves del conocido síndrome de Peter Pan, creado por el psicólogo pediatra Eric Berne quien, utilizando el personaje del libro infantil escrito en 1904, se refirió a niños que crecen aprendiendo únicamente el procedimiento a seguir para satisfacer las necesidades y las demandas que se le presentan sin asumir responsabilidad alguna. Estos niños se transforman en adultos que se comportan de igual forma frente a la vida y, por más que lo intentan, son incapaces de asumir su edad y responsabilidades inherentes.

Peter Pan no es el único responsable

Pero si este síndrome en sí mismo da paso a personas carentes de madurez y responsabilidad, tenemos que analizar a fondo a Wendy, la otra personaje del cuento, quien también cuenta con su síndrome propio tipificado psicológicamente, que hace referencia a los progenitores que liberan a los hijos permanentemente de responsabilidades, lo que deriva en –frecuentemente hombres- adultos inmaduros y con una permanente actitud infantil.

Características de un Peter Pan

Mientras dura la infancia, son niños consentidos y generalmente tendentes a mostrar rabietas para lograr sus objetivos. Una vez alcanzada la edad adulta se transforman en adultos seductores y divertidos que cautivan en una primera fase pero que se desinflan en el corto plazo, mostrando una personalidad llena de inseguridades y frustraciones.

Depresión subyacente

Si bien por una parte son adultos que muestran una cara divertida tras esta fachada se esconde una depresión subyacente, provocada por la inseguridad, la frustración y los efectos colaterales de una vida sin responsabilidades, problema laboral, relaciones frustradas, inadaptación, etc.

Papel de los padres

Es fundamental que los padres entiendan que la formación de los hijos no se circunscribe al ámbito de la escuela. Un hogar es el refugio donde conviven personas que conforman un equipo; la familia. Es fundamental que en la familia estén claramente determinados los derechos y deberes de cada miembro ya que es la única forma de alcanzar el equilibrio y formar seres humanos plenos y maduros.

Así los niños y adolescentes deben ir adquiriendo una serie de responsabilidades en cada etapa que atraviesan como parte de su crecimiento, integración social y adaptación al mundo de los adultos al que, inevitablemente queramos o no, se van a enfrentar.

Conclusiones

De lo contrario, si los padres no son capaces de canalizar sus propias frustraciones y transmutarlas en enseñanzas de vida en lugar de transmitirlas con la leche del desayuno –como decía el cantautor- y si no son capaces de convencerse que la vida adulta va a llegar para sus hijos y que la única forma de darles herramientas emocionales parte de la formación, la adquisición de valores y la asunción de responsabilidades, los adultos resultantes serán seres procrastinadotes en lo laboral e inmaduros en lo emocional, por lo que su vida simplemente… podrá con ellos.

Adultos inseguros, tendentes a criticar, pedir y exigir siempre sin aportar, incapaces de cumplir compromisos y rodeándose de personas únicamente por el hecho de que satisfagan sus necesidades, sin responsabilidad, centrados en sí mismos, insatisfechos y con una fuerte tendencia a la depresión.

Si bien puede resultar complejo enfrentar a los hijos a sus responsabilidades, es absolutamente necesario que un niño de seis años sea capaz de recoger lo que ha desordenado, lavar la taza del desayuno y ayudar a poner la mesa. A los doce, debe ser capaz de hacer sus tareas escolares sin supervisión y asumir las consecuencias de no haber cumplido sus obligaciones, a los dieciocho debe tener las aptitudes necesarias para gestionar una cuenta corriente, gestionar su matrícula en la universidad, cocinar tres o cuatro platos, lavar su ropa y mantener una relación estable o al menos honesta y comprometida.

No es posible el cambio cuando ya la persona es adulta, es un proceso que los padres y las madres deben llevar a cabo desde el nacimiento hasta que los hijos hagan su propia vida, con mucho apoyo y comprensión pero sin complacencia… permita que sus hijos crezcan, fomente y desarrolle sus potenciales y aspectos más positivos y siente a partir de ellos, las bases de la responsabilidad.