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American Idol y el sueño de la fama fácil

American Idol

Cuando hace varios años aparecía en pantalla la película “The Truman Show”, con Jim Carrey; parecía una broma ficticia, una locura que el hombre jamás sería capaz de crear. Sin embargo, con el tiempo, fueron apareciendo programas en donde un grupo de personas sueñan con la fama mostrando su intimidad encerrados por un tiempo lleno de cámaras; o mostrando sus miserias personales en realitys por un segundo de fama, o cantando y con soñando ser una estrella saltándose todas las etapas que por lo general los grandes artistas han tenido que escalar con sudor.

American Idol hoy en día, luego de varias temporadas, se ha transformado en un icono de la búsqueda de la fama fácil. Grandes montajes, millones y millones de espectadores delante de los televisores mirando fanatizados a desconocidos cantando canciones de conocidos, grandes multinacionales financiando este show mediático que se ve por países de las más diversas culturas como Canadá, Australia, Israel, Malasia, India, Indonesia, Filipinas y el Oriente Medio entre otros. Más las diferentes versiones como las latinas.

millones y millones de espectadores delante de los televisores mirando fanatizados a desconocidos cantando canciones de conocidos

Es un fenómeno de desculturización, en donde se pierde la identidad y se masifica todo en una globalización cultural, creando una nueva visión acerca de la facilidad de llegar a la fama.

Todo es un producto, todo es vendible, las grandes corporaciones mediáticas, donde la cadena Fox es la productora central, con su directorio repleto de mega empresas vende sus productos.

Los medios de comunicación de masas alientan a una actitud acrítica, en donde se busca el pasatiempo pasajero y en esos medios fríos, las grandes empresas imponen sus marcas en la inercia intelectual que generan ese tipo de espectáculos. El sueño de la fama fácil.

Cantas unos meses, eres estrella, firmas tu contrato y sale tu disco en las principales disqueras del mundo. Claro, antes se firman contratos en donde se estipula cómo se repartirá la torta.

Si bien son increíbles producciones, paradójicamente, resulta una forma de TV económica. Gente desconocida que a fuerza de mediatización se hace conocida, pero sin aspiraciones económicas sino en busca inicial sólo de fama. Las grandes corporaciones ponen sus productos en un programa con grandes picos de rating en donde las estrellas son económicas y rompe con las barreras culturales, masificando los productos en la esfera mundial ¿no es el negocio perfecto?

Pero más allá del negocio, lo realmente alarmante es el fenómeno de desculturización que se difunde, de pérdida de identidad, de valores culturales de cada sociedad, ése es el mensaje que nos queda y preocupa. Inmanuel Kant decía:

“El hombre no llega a ser hombre más que por la educación. No es más que lo que la educación hace de él (…) el hombre siempre es educado por otros hombres y por otros hombres que a su vez también fueron educados (…) la educación es un arte cuya práctica debe ser perfeccionada a lo largo de las generaciones. Cada generación instruida por los conocimientos de las precedentes es siempre más apta para establecer una educación que desarrolle de manera final y proporcionada todas las disposiciones naturales del hombre y que así conduzca a la especie humana hacia su destino. Las luces dependen de la educación y la educación depende de las luces”.

Esto quiere decir, replantearnos firmemente los valores que estamos trasmitiendo, defendiendo, qué estamos dejando a las otras generaciones. No es sólo educar en el presente sino pensar en el futuro. De las luces que hoy estamos ofreciendo dependerá la fortaleza de educación que reciban en el mañana nuestros predecesores.

No estoy en contra del negocio, de que la gente busque entretenerse. Ni siquiera del sueño de la fama fácil, porque ese desencanto se dará de bruces contra la realidad, es sólo esperar que cuenten con un buen psicólogo.

En América Latina, más precisamente en Argentina, tenemos sobrados casos de mega estrellas como las “Bandanas” o “Mambrú” que llenaron incontables veces el Luna Park y hoy nadie recuerda sus rostros.

Lo que sí preocupa es que esa globalización genere una pérdida de identidad cultural. Y como decía el filósofo, la educación y trasmisión de valores con agregados potenciales de sabiduría se va trasmitiendo de generación en generación.

La pregunta es qué estamos haciendo, sobre todo los latinos como consumidores externos, por la valorización y trasmisión de nuestros valores a las generaciones que nos preceden.