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El origen de la prensa amarilla

La prensa sensacionalista y mentirosa debe su calificativo de “amarilla” a una tira cómica que apareció en dos de los diarios estadounidenses más populares de finales del siglo XIX.

Prensa amarilla

A finales del siglo XIX, Estados Unidos era el país de las oportunidades. A diario atraía a miles de inmigrantes venidos de todos los rincones del mundo, siendo el principal puerto de entrada el de New York. Muy pocos tenían nociones de inglés y se aferraban a la ayuda de algún pariente o amigo establecido con anterioridad. Pero no siempre había tanta suerte. La mayor parte de estos viajeros se veían arrojados a las terribles fauces de una metrópoli inundada por la miseria y la delincuencia. New York estaba pasando por una serie de transformaciones que marcarían su futuro. La aparición de distintos municipios en Manhattan llevó a impulsar grandes infraestructuras, como el puente de Brooklyn. Se hablaba de construir un nuevo medio de transporte como el metro y se sentaban los cimientos de sus rascacielos.

En medio de esa vorágine, sus habitantes se mostraban ávidos de toda clase de noticias, y solo la prensa escrita podía satisfacer la demanda. Las cabeceras existentes eran tan numerosas como dispares las tiradas. Las había en casi todas las lenguas, como el prestigioso New Yorker Staats-Zeitung, en el que la colonia germana leía los acontecimientos de la sociedad de Alemania. También estaban aquellas publicaciones escritas en yidis, como el diario izquierdista Die Zukunft. Pero la prensa más importante estaba escrita en inglés.

Dos colosos frente a frente

Por aquellos años, los diarios de mayor tirada e influencia eran el New York World y el New York Journal, propiedad de los multimillonarios Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst, respectivamente. Sin embargo, sus masivas ventas no iban de la mano con la veracidad de sus noticias necesariamente. El periódico de Hearst, por ejemplo, publicó informaciones falsas para inducir a la guerra hispano-estadounidense, que estalló en 1898. Las cabeceras de ambos periódicos tendían a lo efectista y lo tremebundo, sin que importara demasiado que sus fuentes estuvieran contrastadas.

Lo que buscaban estos grandes tabloides para hacer crecer la tirada era entretener a sus lectores. Una de las estrategias fue, a partir de 1893, la inserción en sus ediciones de suplementos a todo color con temas destinados a toda la familia, incluidos los más pequeños de la casa. Por tal motivo, se confeccionaron varias páginas con dibujos caricaturescos y texto escaso. El éxito de la fórmula fue inmediato, no solo porque agradaba a padres e hijos, sino porque pronto fue utilizada como un medio de alfabetización barato por los inmigrantes que apenas sabían inglés. El apoyo de la ilustración al texto, escrito al pie de la viñeta, facilitaba su comprensión.

El niño amarillo

Una de las tiras de mayor éxito fue la creada por el dibujante y guionista Richard Felton Outcault para las páginas del New York World de Pulitzer. La serie no tenía nombre y cada tira cómica se titulaba aludiendo al motivo o lugar por los que acaecían las aventuras de un grupo de chiquillos traviesos. En una de las aventuras titulada “At the Circus in Hogan’s Alley” (En el circo del callejón de Hogan), del 5 de mayo de 1895, vio la luz un chiquillo calvo con modismos irlandeses llamado Mickey Dugan que pronto llamó la atención del público por sus ocurrencias. Iba vestido con una especie de bata lisa, luego teñida de amarillo, en la que aparecían graciosos textos. Su éxito fue tal que Hearst ofreció una jugosa cantidad a Outcault para que lo dibujara en su periódico.

El ilustrador, natural de Ohio accedió bajo una condición: a partir de entonces, la serie se llamaría The Yellow Kid (El niño amarillo), nombre por el que ya era conocido popularmente. Pulitzer no se quedó con los brazos cruzados; contrató a otro dibujante, George Luks, para que la serie continuara en su diario. Desde ese momento, el personaje aparecería en los dos periódicos simultáneamente: en el de Pulitzer como Hogan’s Alley y en el de Hearst como The Yellow Kid.

El 25 de noviembre de 1896, en cinco veiñetas de The Yellow Kid, un loro escondido en la caja de un fonógrafo emitía unas palabras colocadas dentro de un globo que salía de su boca. No era la primera vez que se utilizaba este recurso para que el lector supiese qué decía un personaje. Pero al globo se añadía la serialización de viñetas y el periódico como soporte, tres características que los especialistas consideraron esenciales para señalar el nacimiento de lo que llamaron el noveno arte: el cómic o historieta. Tal como se certificó en 1989 en un congreso llevado a cabo en la ciudad italiana de Lucca.

La prensa amarilla

Pero eso no era todo. El sensacionalismo y la truculencia de las noticias aparecidas en estos periódicos, sus maquinaciones y la frecuente instrumentalización política molestaban a muchos profesionales del sector, que pronto los bautizaron con el apodo de “amarillos”, aludiendo al vestido del personaje del cómic publicado en ambos. Finalmente, Erwin Wardman, editor del más serio New York Press, publicó en 1898 un artículo para definir lo que él entendía por aquella prensa que calificaba de indecente. El título de aquel artículo hacía un juego con las acepciones de la palabra “yellow”: “We called them Yellow because they are Yellow”, que podría traducirse como “Nosotros los llamamos amarillos porque son cobardes”. De esta manera nació el concepto de lo que es la prensa amarilla.