Reír no cuesta nada y nos hace más felices

La terapia de la risa se ha difundido a nivel mundial por sus múltiples beneficios que trae al ser humano; desde evitar el estrés hasta la ayuda contra el estreñimiento

Desgraciado aquel que no es capaz de reirse de si mismo

Y es algo que está al alcance de todos, sólo basta detener un segundo de nuestra agitada vida para encontrar algo que nos despierte una sonrisa. Osho nos decía: “La vida es en su totalidad una gran broma cósmica. No es algo serio, tómala seriamente y la perderás. Compréndela únicamente a través de la risa”. Y tal vez lo más importante que podamos lograr, es aprender a reírnos de nosotros mismos, pues nos dará más fortaleza y creeremos más en nuestra capacidad de saber afrontar adversidades. Ya lo decía José Ingenieros: “Desgraciado aquel que no es capaz de reírse de sí mismo”.

La teoría de los humores, renovada por los griegos, transmitida por los árabes y recogida por los Alquimistas, conserva los rasgos que, dos mil años antes, le había adjudicado Hipócrates.

Hipócrates distinguía cuatro temperamentos esenciales, cada uno a la predominancia de los humores existentes en el ser humano; y así mismo representativo a los cuatro viajes simbólicos de la alquimia:

  • La bilis con el fuego
  • La atrabilis con la tierra
  • La sangre con el aire
  • La pituita con el agua

Los sabios han explicado la risa, pero cuán lejos han estado de comprenderla. Platón en la “Philebo” dice que “en la risa hay siempre un fondo de malignidad”; y Aristóteles en la “Poetica” se anticipa a la teoría de la degradación, de la desvalorización.

La comedia griega vieja tuvo tanto su origen en la tragedia, como en el baile de los mimos. Los mimos divertían a su público con imitaciones burlescas de personas o animales; por tanto, en este sentido, es importante la reflexión de Bergson en cuanto a que el hombre no sólo es el único que ríe, sino que, además, el único que hace reir.

El hombre en el fondo siempre espera la risa, aún en los momentos menos esperados, ya que la risa es apartar a alguien de algo, principalmente de sí mismo. La risa cumple la función de descarga, es la válvula de escape de un sobrante de energía.

Nietzche nos decía en “Así habló Zaratustra” que: “el hombre es una cuerda tendida sobre un abismo entre el animal y el superhombre”; es un ser despavorido en su propia búsqueda, consigue salvarse de todo cuanto lo acechó, y aún está tratando de salvarse a sí mismo; pero la resignación y la risa, el desborde del límite -que son formas de libertad-, hacen ver que siempre, aún en las crisis más graves, el hombre entendió mejor encender una antorcha antes que maldecir la oscuridad…

Aún cuando la amistad es un gran barco en el cual dejan entrar a cuantos convienen, y cuando alguien cae en desgracia, el barco se transforma en una pequeñísima barcaza en la cual no entra más que una persona, y no precisamente la que ha caído en desdicha; más fuerte debe ser la búsqueda de la risa, que es la que nos hará fuertes ante la adversidad.

La risa es un ejercicio muscular que moviliza gran parte de los músculos del cuerpo. Actúa sobre el eje respiratorio; es un estimulante cardiovascular; mejora la digestión y ayuda contra el estreñimiento. Libera endorfinas celebrares y aumenta la secreción de serotonina. Las personas con síntomas de depresión tienen bajos niveles de serotonina. Disminuye el estrés y favorece el sueño. Es un estimulante psíquico, según estudios realizados se ha llegado a la conclusión que el humor puede resolver el 80% de los casos de depresión y estrés.

La risa expresa placer y felicidad, sentimiento de seguridad emocional y expresión de vitalidad.

Robert Escarpit sentenciaba magníficamente: “El hombre sin humor vive la vida de las larvas… Pero el humor hace estallar el capullo y lo abre a la vida, al progreso, al riesgo de existir”.

Para culminar, les ofrecemos una sesión de terapia que nuestro amigo Mc Anudo Freudcito nos ha traído para que nuestros lectores intenten eliminar un poco el estrés:

- Hola, Marcelo, espero que te sientas cómodo. Bueno, es claro que si estás aquí es porque hay algo en ti que te incomoda, que te aqueja. La idea es que entre los dos, algo así como en equipo, tratemos de ir avanzando hasta llegar al punto que desees. Tú serás el capitán del equipo, y yo te seguiré atrás y estaré para ayudarte, no para marcarte el camino, sino para acompañarte en el camino que tu quieras elegir. Pero primero cuéntame un poco, ¿has ido a otros psicólogos?

- Sí, a varios. Pero no han dado resultado. Gracias a uno volví a caminar.

- Eso es bueno, pero creo que mezclas, no puede ser psicólogo sino un doctor especialista en motricidad el que te hizo caminar.

- No, un psicólogo, con lo que me cobró tuve que vender el auto, la moto..., ando a pie ahora.

- Bueno... ¿Cómo fue tu niñez?

- Eso doctor, ahí creo que empieza el problema. De chico nunca me sentí querido. Sentí que mis padres me rechazaban. Y de hecho lo hacían, una vez me regalaron para mi cumpleaños un “juguete” para jugar en la bañera.

- Pero eso es lindo.

- Era una plancha eléctrica, doctor.

- ¿Y su padre?

- Falleció cuando yo era chico, él era albañil y yo le ayudaba en su trabajo. Salía de la escuela y lo iba a ayudar. Falleció cuando yo estaba trabajando con él, y las últimas palabras me las dijo a mí, eso es lo más traumático...

- Qué doloroso... ¿y cuáles fueron esas últimas palabras?

- ¡No me muevas la escalera!

- Mmm... Hábleme de su madre.

- Ella no me quería. Es más, de bebé nunca me dejó mamar de sus senos; dice que sólo me quería como amigo. Una vez, de joven, me secuestraron y los tipos como señal de que la cosa iba en serio, me cortaron un dedo y se lo mandaron a mi madre.

- Unos mafiosos verdaderos, ¿y qué hizo su madre?

- Les mandó una carta que decía: “Quiero más pruebas”.

- ¿Ha tenido intentos raros?

- Si se refiere a suicidarme, sí, doctor, lo intenté. Una vez me subí al quinto piso de un edificio y me iba a tirar. Y mi madre mandó a un cura amigo de ella para que me hablara, era más desgraciado que ella...

- Pero un cura, supongo que le habrá rezado un “Padre Nuestro” o un “Ave María” para hacerlo deponer de su actitud.

- No, el cura cuando estaba cerca de mí con un megáfono empezó a decir: “En sus marcas, prontos, listos ¡Ya!”

- ¿Y cómo siguió la historia? Porque evidentemente se salvó, está acá para contarlo...

- Si, una desgracia, caí sobre un toldito de un quiosko en la planta baja.

- Pero usted no ve la parte positiva, se salvó. Ese toldo lo salvó.

- Toldo de porquería, el quioskero, como le rompí el toldo me hizo un juicio por daños y perjuicios y me sacó hasta lo último que tenía. Para que vea, retrocediendo otra vez a la niñez me acuerdo que una vez me perdí en el parque, una mujer mayor trató de ayudarme. Yo le pregunté: “Señora, cree que podré encontrar a mis padres” y ella me dijo con mucha sinceridad: “No sé nene, hay muchos lugares en dónde se pudieron haber escondido”.

- Bueno, se nos hizo la hora... ¿seguimos en próxima sección?

- Claro, me siento más descargado y tengo mucho más para contar...