El evangelio según María Magdalena

Los textos encontrados en el siglo XIX, expresan la relevancia que le dio Jesús a la mujer como difusora de sus enseñanzas.

Evangelio de Maria Magdalena
Pintura de Alexander Andreyevich Ivanov denominada Aparición de Jesucristo a María Magdalena (1835). Superpuesto en la derecha aparece el Evangelio de María Magdalena descubierto en 1896.

El texto conocido como “El evangelio de María Magdalena” no es considerado por la iglesia como de inspiración divina, pero aún así ha llegado hasta nuestros días y ha sido estudiado en varias oportunidades. Estos escritos datan de entre los años 30 y 180 después de Cristo y desde aquellos tiempos hasta la actualidad, solo algunos pequeños fragmentos han logrado conservarse.

El hallazgo de los escritos

El egiptólogo alemán Carl Reinhardt compró en 1896 en un mercado de antigüedades de El Cairo, un libro hecho de papiro que contenía cuatro escritos que hasta esa fecha eran desconocidos. Estos textos son el Apócrifo de Juan, la Sabiduría de Jesucristo, el Hecho de Pedro y el Evangelio de María Magdalena. Reinhardt llevó aquel libro a Berlín y desde ese momento permaneció en el depósito del Museo Egipcio de Alemania. Los escritos se comenzaron a traducir y finalmente, en 1955 se publicó la primera edición.

El tiempo hizo que se perdiera gran parte del texto, por lo que actualmente solo quedan tres fragmentos: dos bastante cortos del siglo III escritos en griego y un último más extenso escrito en copto, lenguaje de la última etapa del antiguo Egipto. El papiro copto fue hallado en 1896 por C.Schmidt, y los otros fragmentos en griego fueron publicados en 1938 y 1983, respectivamente. Aunque realmente en ninguna parte del texto se menciona el nombre del autor del evangelio, se le conoce como el Evangelio de María Magdalena porque se cita a una discípula de Jesús llamada María, que la mayoría de expertos asocian con Magdalena, pero hay quienes afirman que podría tratarse de la Virgen María, madre de Jesús.

Qué dice el texto

La parte del escrito que está en copto es la más extensa, y aunque le faltan varias páginas, se trata de un diálogo entre Jesús y sus discípulos. El contexto del fragmento es un momento en el que Jesús y los apóstoles se encontraban desorientados:

“Ellos, sin embargo, estaban entristecidos y lloraban amargamente diciendo: «¿Cómo iremos hacia los gentiles y predicaremos el evangelio del reino del hijo del hombre? Si no han tenido con él ninguna consideración, ¿cómo la tendrán con nosotros?

Entonces Mariam se levantó, los saludó a todos y dijo a sus hermanos: «No lloréis y no os entristezcáis; no vaciléis más, pues su gracia descenderá sobre todos vosotros y os protegerá. Antes bien, alabemos su grandeza, pues nos ha preparado y nos ha hecho hombres». Dicho esto, Mariam convirtió sus corazones al bien y comenzaron a comentar las palabras del Salvador.

Leví dice a Pedro: «Siempre tienes la cólera a tu lado, y ahora mismo discutes con la mujer enfrentándote con ella. Si el Salvador la ha juzgado digna, ¿quién eres tú para despreciarla? De todas maneras, Él, al verla, la ha amado sin duda. Avergoncémonos más bien, y, revestidos del hombre perfecto, cumplamos aquello que nos fue mandado. Prediquemos el evangelio sin restringir ni legislar, sino como dijo el Salvador». Terminado que hubo Leví estas palabras, se marchó y se puso a predicar el evangelio según María”.

Según la traducción del texto anterior, en este pasaje María relata una visión y la conversación que tuvo con Jesús en esa revelación. Se pone de manifiesto que ese testimonio es rechazado por los apóstoles Andrés y Pedro, quienes no consentían que Jesús haya preferido a una mujer antes que a ellos para manifestarle aquellas revelaciones secretas que ella afirmaba. Pero Leví, nombre con el que llaman al apóstol Mateo, decide predicar este evangelio de María.

En textos como el Evangelio de Felipe, otro libro no reconocido por la iglesia, María es presentada como un símbolo de sabiduría y en el evangelio de María, es ella quien les cuenta a los discípulos sobre las enseñanzas de Jesús.

Aunque este suceso causó una confrontación entre diferentes corrientes cristianas por lo que significaba, la verdad es que este escrito solo sugería que María Magdalena era la confidente de revelaciones secretas de Jesús. A pesar de que el texto existe y su escritura coincide con el tiempo en el que María Magdalena vivió, no hay manera de comprobar que ciertamente estas fueron sus palabras y la Iglesia Católica no lo considera un texto legítimo como para difundir o profesar.