Cosas que hubieras deseado hacer antes de los 40

Al cumplir los 40 años, entendemos que hay lecciones en la vida que no las hubiéramos aprendido de no haber cometido tantos errores durante la juventud.

Cosas que hubieras deseado hacer antes de los 40

Según estudios, no queda exactamente claro en qué momento el cerebro alcanza su nivel máximo de madurez, pero suele decirse que a los 40 años la vida nos ha dado una serie de lecciones gracias a las cuales hemos aprendido a tomar mejores decisiones, influenciados siempre por experiencias propias y ajenas.

Aquí te presentamos algunas cosas hechas durante la juventud de las que luego solemos arrepentirnos y otras que no hicimos y hubiéramos deseado hacer.

1Perder el tiempo intentando cambiar a alguien

Con la edad se comprende que hay que aceptar a las personas como son. Si esto no nos hace felices, entonces la solución no está en adaptarlas a nosotros, sino en dejar de estar a su lado. Aunque los especialistas sostienen que, si bien no es posible cambiar los rasgos fundamentales de una personalidad, sí se pueden corregir aquellos detalles que minan una relación, así que, en ese sentido, no todo está perdido.

2Estar en un trabajo que se odia

Hay muchos factores que influyen en el joven para que cometa este error; el dinero es uno de ellos, el miedo a empezar de cero, la comodidad y amistad con los viejos compañeros de trabajo. Pero cuando se ve obligado a hacerlo por algún despido intempestivo, descubre que no era nada traumático cambiar de aires y adaptarse a un nuevo entorno laboral.

3Aparentar lo que no se es en las redes sociales

En muchas ocasiones, la persona comprueba que al quitarse la máscara y al ser más auténtica consigue muchos más likes y seguidores en las redes sociales. Solo cuando se madura se entiende que en toda esa maraña que son las redes sociales, la gente busca algo que sea lo más parecido a la autenticidad.

4Dejar a aquella pareja que no te hace feliz

A muchas personas les resulta increíble pensar en cuantas cosas consideró más importantes que su propia felicidad y estabilidad emocional:

  • Las finanzas: ¿Seré capaz de sobrevivir sin compartir gastos?
  • La casa: ¿Cómo me voy si acabamos de renovar la casa?
  • El círculo social: ¿Cómo vamos a quedar frente a los amigos?
  • Los hijos: ¿Nos perdonarán haberlos traído a una familia que fracasó?

La doctora Elena Requena, experta en sexología y asesoramiento de pareja del Servicio Madrileño de Salud (Sermas) de España, explica:

"Cuando llegamos a un punto de no retorno en esta falta de entendimiento y pensamos en acabar una relación, nos cuesta salir de ella por una cuestión de hábitos, una sensación de desesperanza, de no poder conseguir lo deseado ni en esa ni en otra relación, y el amor o el cariño que tenemos a esa persona y el miedo a hacer y que nos hagan daño".

5Preocuparse por lo que los demás piensen

Cuando uno se hace mayor se da cuenta de que los demás no pensaban en él, sino todo lo contrario, es uno mismo quien piensa constantemente en lo que los demás piensan sobre uno. Es uno mismo quien se crea esa idea de que la gente habla a sus espaldas como si de una figura importante se tratase. Pero la realidad es que la gente nunca estuvo pendiente de la vida de uno, cada quien tenía sus propias preocupaciones. Y hay quienes se preguntan al descubrir esta inevitable verdad si en realidad su vida le importó a alguien. Pero solo con la madurez entendemos de que nuestra vida solo tiene que importarnos a nosotros.

6Disfrutar más del sexo cuando se es joven

A menudo, observar la pasión de los novios jóvenes que se prodigan besos en las calles nos lleva a preguntarnos por qué no hicimos lo mismo cuando teníamos esa edad. Nos hubiera gustado vivir el amor juvenil de una manera más intensa. Haber besado más labios y recorrido más camas. Y a veces pensamos que, si por alguna razón termináramos con nuestra pareja, nunca sería tarde para volver a intentar esa vida despreocupada.

En este caso la presión social tiene mucho que ver y la doctora Requena lo explica de esta forma:

"Cada persona lleva su propio ritmo y no tiene por qué ser en la adolescencia o en la adultez temprana cuando más sexo tenemos que tener y cuando mejor va a ser. Son etapas de exploración, tanto con uno mismo como con el otro. Eso lleva su tiempo. Muchas veces vemos personas adultas que disfrutan mucho más de sus encuentros eróticos que cuando tenían 25 años".