Hilda Molina, disidente cubana: La delgada línea del amor al adio.

Hay muchas contradicciones. Para llegar a odiar primero hay que amar. Y algo de eso existe en el caso de Molina. Hoy acérrima enemiga de Castro y hablando de todas las barbaridades cometidas por ese régimen, del cual, paradójicamente, ella formó parte y defendió a ultranza durante largos años.

Hilda Molina
Foto cortesía de Presidencia de la N. Argentina

Hilda Molina es una galena cubana que ha cobrado notoriedad por sus discrepancias con el régimen cubano desde el año 94, cuando se alejó del partido comunista.

Ya lo decía Inmanuel Kant: “Sólo los sabios cambian de opinión, los necios nunca”. Aunque también es cierto que toda esta movida anticastrista tiene más trasfondo politiquero que historias de vida reales.

La guerra fría culminó, han caído viejas estructuras ideológicas y hoy en día Cuba representa solamente una piedra en el zapato en Estados Unidos. Pero es una piedra que molesta y hiere los sentimientos de quienes no pueden convencerse que el régimen aún sobrevive.

Los amores y odios se retroalimentan, pues está latente la interrogante de qué sucedería si Estados Unidos levantara el absurdo embargo condenado por la comunidad internacional, incluso por gobiernos que están en las antípodas de los hermanos Castro. Sin un bloqueo, ¿el régimen castrista continuaría teniendo la trascendencia internacional que ha mantenido a través de décadas? Muchas veces el buscar un enemigo es una buena excusa para desviar la atención y deslindar errores enmendándoselos al enemigo.

Un poco de historia

Por la década de los 60’ Hilda Molina se alistó en la armada cubana y formó parte de las mismas durante aproximadamente cuatro años. Estudió y se recibió de Doctora, en la Habana, en el año 1974. Formó parte de un contingente médico cubano que estuvo durante dos años en Argelia en acciones humanitarias. De regreso a su Cuba natal se perfeccionó en neurocirugía. Ha sido reconocida internacionalmente su labor médica en los implantes cerebrales para atacar la enfermedad de Parkinson.

Su fama y reconocimiento en la medicina mundial tuvo su máximo apogeo en 1987, ya que fue el primer galeno femenino en llevar delante una intervención quirúrgica de transplante de tejido cerebral. Este prestigio la lleva a conocer personalmente a Fidel Castro, quien le propone crear un centro especializado en tratamientos neurológicos.

En el año 1989, con el apoyo del entonces primer mandatario cubano funda el "Centro Médico Internacional de Restauración Neurológica", ocupando el puesto de directora. Se transformó en una fundación experta en medicina con reconocimiento internacional.

El Partido Comunista, la condecoró por sus destacados méritos científicos, e incluso fue investida como diputada por el comunismo cubano.

El supuesto origen de la discordia

El régimen castrista comenzó a convertir la fundación creada por Molina, argumentando motivos económicos, en un sitio de prestaciones a pacientes extranjeros, los cuales pagaban altas sumas por dichos tratamientos. Los internados cubanos debieron ser trasladados a una construcción más vetusta con el fin de obtener más espacio para los pacientes extranjeros. Este se podría decir que fue el inicio de las divergencias de la doctora Molina quien fustigó duramente las mencionadas prácticas. La tensión se agravó aún más cuando manifestó públicamente su oposición al uso de tejidos de fetos humanos para los extranjeros que pagaban el injerto, sin que se le consultara a "las donantes" cubanas.

El comienzo del circo

Hilda Molina se desvincula definitivamente del régimen en 1994. Desde 2006 solicita viajar a la Argentina para cuidar a su madre y ver a sus nietos, siempre aclarando que no haría campaña política, ya que su situación era netamente humanitaria.

Sin embargo se ha dedicado a realizar campaña en contra de Fidel Castro por diferentes países, recientemente publicó el libro “Mi verdad”, editado por Planeta, en la presentación del mismo en la feria del libro en Buenos Aires fue abucheada y debió suspender el evento.

Hay muchas contradicciones. Para llegar a odiar primero hay que amar. Y algo de eso existe en el caso de Molina. Hoy acérrima enemiga de Castro y hablando de todas las barbaridades cometidas por ese régimen, del cual, paradójicamente, ella formó parte y defendió a ultranza durante largos años.
Puntualmente fue una luchadora e inicialmente marcó sus diferencias genuinas por plena convicción ante Castro. Luego se prestó al circo internacional y a sumarse a una causa de desprestigio al gobierno cubano que no ha hecho otra cosa que alejarla de su causa original de discrepancia y menospreciando sus años de lucha por convicciones que en esos momentos creía que eran la vía a un mundo mejor.

En el acierto o en el error. Pero aún considerando que fuera en el error, no es montando un circo que una luchadora con credenciales reconocidas como las que ella puede ostentar en buena ley, vaya a obtener resultados por esta vía.